Hambre y Hambruna

                                              HAMBRE y HAMBRUNA



El garrote pasó hambre. Pasó hambre porque hambre pasaron sus portadores. No es posible abstraerse de una situación tan convulsa como ésta. Difícil es dejar pasar por alto un estrato de la historia que impactó de forma contundente en la vida que lo mantuvo en un proceso de latencia. Ejemplo de ello lo podemos constatar, de forma fehaciente, en la década de los 40 del siglo XX, periodo habitualmente descrito como de “escasez” o "necesidad”. Sabemos perfectamente que las limitaciones durante la Guerra Civil fueron reales. Pero luego acaecieron los llamados "años del hambre": años en los que la miseria y las dificultades para alimentarse se extendieron entre miles de españoles y en los que Canarias no sería una excepción. 


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Esta descripción no retrata fielmente la realidad. Así es que, en los peores años del hambre, lo que ocurrió realmente en España fue “una hambruna en toda regla” equiparable a otras europeas del periodo de entreguerras del siglo XX, pero con una diferencia: la española fue “silenciada y borrada” de la historia. Así lo afirma con rotundidad el historiador y profesor de la Universidad de Granada, Miguel Ángel del Arco: “Para que haya una hambruna se tienen que dar una serie de características que se cumplen a la perfección y la nuestra encaja como un guante. Hubo una gravísima carencia de alimentos y un exceso de mortalidad por inanición o por enfermedades relacionadas con la desnutrición. Algunas en parte erradicadas o con muy baja incidencia como el tifus, la tuberculosis o la difteria crecieron de forma espectacular”. El régimen franquista culpó de aquellos años recios a los desastres de la guerra, al aislamiento internacional y a la «pertinaz sequía», eludiendo cualquier responsabilidad. O sea: el Régimen se desentendió del régimen (alimenticio).




       Para intentar entendernos sería adecuado analizar el concepto de “despojo”. Esto es: entrar en el mundo del pastoreo y tomar un elemento de éste y descontextualizarlo. O, como dice el Diccionario de la Real Academia, “quitar a algo lo que lo acompaña, cubre o completa". Pasa, y ha pasado, con el garrote. Un implemento necesario para el desarrollo de la actividad pastoril es tomado como un todo en sí y se le despoja tanto de su natural predisposición como de la vida que con vida lo ha mantenido en el paso de un proceso histórico hambriento. Concepto peligroso éste del despojar, que a la usurpación se arrima, pues permitirá hacer con un objeto desnudo lo que en ganas venga sin atender a las diferentes etapas vividas que seguramente han dejado huella conceptual y extraordinaria como la escasez de alimentos deja en nuestros propios huesos. Para ello es adecuado revestirlas (volver a vestirlas una vez desnudadas) de aquello que se considere necesario.




    Interesante también sería considerar la impostura, pues como nos dice Javier Cercas [El Impostor, Editorial Literatura Random House, 2014] “los buenos mentirosos no sólo trafican con mentiras, sino también con verdades, y las grandes mentiras se fabrican con pequeñas verdades”. De esta manera se consigue, con el despojo y la impostura (“Fingimiento o engaño con apariencia de verdad”) conseguir convencer a nuestros semejantes que el garrote del pastor nunca fue una herramienta de trabajo y que no le sirvió para dirigir el ganado. Que lo utilizaba exclusivamente para, a base de palos, matar al hombre y al hambre. Es así como se fabrica, según Cercas apunta, una gran mentira: tratando de reafirmarla con pequeñas verdades.


…desde el sureste de Gran Canaria

para hierbolario.blogspot.com



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