Contra la crueldad…más allá de las etiquetas
No hay nada más fácil que poner una etiqueta. Basta con que alguien pronuncie la palabra genocidio para que lo llamen pro-palestino y, en consecuencia, terrorista. Basta con que alguien denuncie la crueldad para que, enseguida, se le acuse de antisemita. Así, el debate se ahoga en bandos y lo que debería estar en el centro del asunto —la vida que se apaga bajo los escombros— queda sepultado bajo la sospecha. Yo no escribo desde una bandera. No me mueven consignas ni geopolíticas. Me mueve, sencillamente, la certeza de que ninguna causa justifica el hambre impuesto, la muerte de niñas y niños, la demolición de hogares. Llamar a eso crueldad no me convierte —no debería— en enemigo de nadie. La trampa de todo este asunto —y de tantos— consiste en reducir toda crítica que se haga al gobierno del Estado de Israel en un odio contra el pueblo judío. Esa confusión, tantas veces repetida, se alimenta del recuerdo real y doloroso del antisemitismo histórico. Pero no es lo mismo denunc...