Frenando a las baifas
Las baifas, y los baifos, desde el momento en que nacen cumplen con su condición de ser animales mamíferos. Esto es: se agarran de modo instintivo, diríase que casi por mandato divino, a la teta de sus orígenes de la cual chupan toda la leche posible hasta saciar su glotonería. A medida que transcurren las semanas, meses incluso, los embistes y arremetimientos a los que son expuestas las generosas ubres, las cuales manan el beletén misericordioso capaz de abrir paso a la vida, dejan de ser soportables. Hartas de tantos pellizcones, las madres ya sienten que sus hijas deben empezar a convertirse en rumiantes. Y como tales deben comenzar a aprender el modo de encontrar el sustento en la hierba, rastrojos y otros pastos que en la tierra han sido puestos para la subsistencia de sus caprinas vidas. Por otro lado, a las baifas les saldrán unas competidoras que ya estaban ahí antes que ellas: las presurosas y ordeñantes manos del pastor, que en caso de sentirse cansadas...