La Mesilla de Samarín
La Mesilla de Samarín En las medianías de Amurga aún permanecen, respirando los pasos de quienes las habitaron, los restos de un pasado que se agarró a la tierra. Allí, entre lomas suaves y laderas que enciende el viento, se alza La Mesilla —o La Mesilla de Samarín— como testigo de una vida que, aparentemente sencilla, exigía un pulso constante con la tierra y los animales. En su interior queda todavía la huella doméstica: la cueva pulida por el roce del tiempo, la superficie lisa donde reposaban los quesos recién hechos y el canal estrecho que guiaba el suero con una precisión humilde. Afuera, una habitación levantada en piedra seca y un pequeño corral completaban el mundo de quienes vivían de su propio cuidado y del conocimiento heredado, sin más herramientas que la paciencia, la intuición y la fuerza del día a día. Pero lo esencial siempre estuvo más afuera. Las tierras de medianías —amplias y abiertas— extendiéndose como un rumor continuo. Lomas que se acunan entre s...