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Mostrando entradas de octubre 21, 2025

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  Curtir Los sobones, amorosos cuando el pellejo ablanda —después de tantos otros que queman por la mucha sal o por el rasposo callao que también muele la mano—, no son para el verano si se gusta de cama tardía. Pero antes de estos —y antes de que el sol nos despierte en las sábanas—habrá que despojar a la piel de todo lo que fue cuerpo: la carne, la grasa y el resto de vida que aún se quiera agarrar a ella. Se cuelga después a la sombra, se deja escurrir y se le da vuelta para que respire. Luego viene la salazón, a puñados y casi siempre sin medida. La sal no se cuenta: se intuye. Ella es quien cierra la herida, quien succiona la humedad y orea lo que aún tiene de animal. En los días de más calor, el aire se llena de un perfume ácido y dulce a la vez, mezcla de aquello que se va y de la piel que se queda, recordándole al curtidor que lo vivo no se abandona del todo: solo cambia de forma. Cuando la sal ha hecho su trabajo, llega el raspado. Se raspa, se limpia, se elimina el...