La Revoliá: el empeño de la insistencia
Seguramente hay cosas que se salvan porque alguien se empeña en insistir. Y no porque lo exija alguna ley o sea el mercado quien lo recompense de alguna manera. Más bien el asunto tiene que ver con una intuición —casi siempre silenciosa y nada cotizable en bolsa— que, al perder determinados juegos, gestos o prácticas, también perderemos parte de nuestra alma colectiva. Por eso, tal vez, un artesano cepilla un listón de pino. Después, ya redondeado y hecho garrote, será encabado con un regatón para convertirse —como herramienta— en una extensión del cuerpo que medirá sus saltos con los pies bien clavados en la tierra. Cerca de él, unos rolos —o troncos de plataneras— reposan en el suelo como si fueran las vértebras de una bestia desaparecida. Al lado, una palangana grande rebosa agua y paciencia. Y unas manos sacan tiras mojadas sobre un rastrillo que las peina. En otra esquina, alguien repara el agujero de un zurrón con un botón de madera para que no pierda la lec...