Cuando el aire llama
Cuando el aire llama Le contaba yo hace pocos días, pariente, que ya no se oyen los bucios pregonando, por las calles, viejas ni brecas ni “pescaito partío”. Que el aire, cuando sube de la costa al pueblo, ya no trae ese aliento salado de la mar que anunciaba vida y comida a partes iguales. Pero mire usted por dónde —y será por el son majadero de mis madrugones que remueve lo que uno cree dormido—, me vino a aparecer, entre papeles que se avejentan y cajones que se empeñan en que no, esta foto de Carlitos “ el Rastas” , soplando él su bucio con tanto jeito como las ganas bien puestas que tiene y pone. Déjeme decirle que ni él ni su caracola son de esta Canaria arredondeada nuestra. Cayó por aquí como caen los que siguen la corriente de la vida, sin rumbo fijo, llevado más bien por el reboso de una cuadrilla de palmeros que con sus lanzas —así llaman ellos a lo que nosotros garrotes— recalaron en nuestras Tirajanas hace ya una década, quince meses más o quince meses menos. ...