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Mostrando entradas de abril 27, 2025
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  Cuando niño —o cuando aún creía que todavía lo era— leí un libro de relatos donde uno de ellos —que todavía lo era— prendía fuego, con sus lápices de colores, a la esquina blanca de una pared. “El niño tenía los ojos irritados de tanto blanco”, decía la genial Ana María Matute con aquellas palabras que incendiaron mis ganas. Hoy —cuando ya creo que no soy niño— seguramente pueda entender el relato de otra manera. Puedo comprender, por ejemplo, que cuando lo que cruje, brilla y se trenza, se puede desmigajar sobre mi cabeza, en una hermosa lluvia de ceniza, todo aquello que me abrasa. Ayer volví a recordar, apenas dos años después del suceso, cómo ayudé a alumnas y alumnos de un centro de enseñanza a conseguir que una pared ardiera. Fueron muchas manos las que apretaron pinceles como antorchas en un intento festivo donde los colores incendiaban la esquina del patio de su recreo. Figuras retorcidas, hojas de plantas imposibles y agua que no se puede malgastar, encendieron un m...