El Patrimonio en una piscina
Me decía un compañero que aflojara un poco con las publicaciones en este blog: que me dejara ir o me reservara un tiempo entre una y otra. Y yo le respondo, hoy y por aquí, de las verdaderas intenciones de tanto atragantamiento que, de paso, comparto con ustedes.
Es sabido, porque secreto no es, que determinadas personas llevan ya un tiempo empeñadas en que al Juego del Garrote Tradicional de Gran Canaria se le reconozca, y catalogue, como Bien de Interés Cultural Inmaterial (BIC).
Define la UNESCO como Patrimonio de Interés Cultural Inmaterial a “los usos, representaciones, expresiones, conocimientos y técnicas -junto con los instrumentos, objetos, artefactos y espacios culturales que les son inherentes- que las comunidades, los grupos y los individuos reconozcan como parte integrante de su patrimonio cultural. Este patrimonio cultural inmaterial, que se trasmite de generación en generación, es recreado constantemente por las comunidades y grupos en función de su entorno, su interacción con la naturaleza y su historia, infundiéndoles un sentimiento de identidad y continuidad”.
Por no contrariar a la UNESCO, y por no contrariarse a uno mismo y al mundo de donde proviene el Juego del Garrote, sería adecuado intentar conocer todos los detalles posibles de ese mismo mundo que lo dejó en nuestras manos. Y creo que esto debe ser así porque descontextualizarlo (desnudarlo de todo aquello que le infunde vida o, como dice el Diccionario de la Real Academia, “quitar a algo lo que lo acompaña, cubre o completa") nos proporcionará un conocimiento parcial, sesgado y exclusivamente subjetivo de la materia en cuestión. Incluso aún más: extrayéndolo de su entorno, nos permitiría hacer con éste cualquier cosa que poco tuviese que ver con quienes, directamente, nos lo legaron.
Quienes me conocen saben que ni soy etnógrafo, etnólogo, historiador ni practicante. Ateo en cualquiera de estas materias (a las que me convierto como creyente en noches de insomnio y luna llena), me quedé, como hijo de un pueblo de aparcería y pastoreo, con mi bachiller bajo el brazo. Y como buen heredero me enseñaron a no decir mentiras. Por eso sé que no es verdad que vivo en un país que, de tanto que conserva su patrimonio cultural, de tanto mimo que pone en éste, de tantas inversiones que realiza en investigaciones y conocimientos, tiene tiempo para disfrutar, echarse unas risas y relajarse delante de una televisión autonómica (pagada religiosamente con nuestros impuestos) que nos ofrece, en bandeja, a garrotistas subidos en plataforma piscinera para darse un aberrante chapuzón que nos divierta. En todo caso, mentir, robar, usurpar o falsear es una manera de naufragar. Y habrán quienes sobrevivan no ya solamente sobre sus propias posibilidades sino que lo harán por encima y, pisando en plataforma flotante sobre agua, las posibilidades de otros.
Posiblemente sería adecuado que, de entre los 7.500 trabajadores de la Televisión Autonómica de Canarias, hubiese alguien que supiera que la Ley de Patrimonio Cultural de Canarias apunta a "la sostenibilidad de las manifestaciones culturales inmateriales, evitándose alteraciones cuantitativas y cualitativas de los elementos culturales ajenas a las comunidades portadoras y gestoras de los mismos".
Por eso mi firme y majadera convicción en estas publicaciones, porque quienes desafiaron al frío, al hambre y a la soledad de las lomas y laderas que proporcionaban el pasto de los que se alimentaban los ganados tienen que ser reconocidos, escuchados y amados. María y Manuel Guedes Rodríguez, los gemelos a los que la casualidad hizo nacer en la Montañeta de Los Corralillos, Juan y Pancho Caballero, Teresa y Miguel Guedes López, Paquito Santana “Maestro Paquesito”, Pepe Enrique, Juanita Bordón, Cha Pino Calderin, Panchito Caballero, Miguelito Mayor, Juanita “la de Gu Guy”, Miguel Calderin, los hijos de Domingo Lozano y tantas y tantos otros que corrieran desde pequeños detrás de las cabras y ovejas con un garrote en las manos, deben tener una oportunidad, otra posibilidad, que la historia los recuerde de una manera más amplia que la que pueda alcanzar la memoria de los parientes que aún quedan entre nosotros. Esos chiquillos y chiquillas, que lo fueron, no deben dejarnos indiferentes.
Y si la pretendida declaración BIC para el Juego del Garrote Tradicional de Gran Canaria se materializa, tendremos que buscar alguna manera de hacérselo saber a aquellos que ya no están. Tirarnos a la piscina buscando un remojón iniciático que nos comunique mágicamente “con nuestros antiguas y antiguos” no creo que sea la forma más adecuada de hacerlo.
desde hierbolario.blogspot.com,
Eduardo González.



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