Las Tirajanas: donde eclosiona la geografía
Si tomáramos diferentes estudios geológicos, topográficos y vulcanológicos, seguramente escucharemos las resoluciones de la refutada ciencia, junto a doctoradas opiniones, que se referirán a la construcción del espacio físico que conforma La Caldera de Tirajana -- junto a su cuenca y aledaños -- como resultado de diferentes explosiones magmáticas a la par que desiguales presiones y depresiones de bloques rocosos hacían expulsar y correr la lava sobre la corteza terrestre a la que asomaban. Encontraríamos referencias al resultado de un fenómeno de hundimiento de las laderas sur del volcán denominado Tejeda-Roque Nublo y que en otros tiempos ocupara el centro de la isla, cuando Gran Canaria se elevaba por encima de los 2500 metros de altitud sobre el nivel del mar. Y leeríamos datos que nos dirán del espectacular fin de este estratovolcán, desprendiéndose toda su mitad sur y oeste desde donde se deslizaron fragmentos a 20 km. de distancia. Y como explotó posteriormente su cumbre a causa de una actividad hidrovolcánica. Todas esta transformaciones sumarán los años en decenas de millares, repartiéndolos en eras denominadas pliocénicas, miocénicas, cuaternarias y similares. Y por supuesto que oiríamos además los argumentos donde entrarán en escena los lentos y pausados procesos de erosión para hacernos entender que el espacio físico y geográfico al que nos referimos es producto finalmente del transcurso de la evolución con el que la naturaleza nunca dejará de asombrarnos.
Se unirán posteriormente a esta conversación la biología y botánica para hacerse y hacernos entender como la vida vegetal y animal se fue adentrando a colonizar un terreno inhóspito y terriblemente baldío para, poco a poco, ir asentando las raíces hasta llegar a prosperar lo que hoy podemos conocer y observar. Comprendiendo todos estos orígenes también hemos de dar paso a la paleontología y antropología para que nos traigan a cuento el momento en que la vida humana establece su aparición por estas tierras. Descartando la teoría del hundimiento de la Atlántida y que las cumbres canarionas formasen parte de las extraordinarias altitudes del misterioso y desaparecido continente, librándose por su extraordinaria elevación de la hidráulica sepultura, serían las corrientes marítimas y los vientos marineros los que hicieron llegar por estas latitudes a sus primeros habitantes. Recalarían, consecuentemente, en la archipielágica geografía personas ya creciditas y bien criadas que reconocieron el medio y se adaptaron a éste.
Situamos a la antigua población en el espacio físico de esta geografía en el punto que quienes escribieron nos dejaron noticias más o menos abundantes sobre ella. Así sabemos, gracias a la participación de cronistas e historiadores en este relato que pretendemos, como la población tirajanera desarrolló la vida en un constante aprovechamiento de lo que la naturaleza ofrecía. Y tuvo que ser extenso el tiempo en el que empleó esfuerzos y sacrificios como para no tener duda alguna a la hora de defender un territorio que consideraban como propio ante las invasiones foráneas. Muchos entregaron sus vidas como el garrote que, cual furibundo rayo, al aire arrojaron sus manos (y que me disculpe Antonio de Viana y su “banot”) y tras él sus cuerpos enteros. La historia --con más o menos acierto-- dejó constancia de la suya.
Aparecieron entonces nuevos aromas donde las colonias y colonos extendieron sus dominios. El imperio donde nunca se ponía el sol --que al final terminó ocultándose un día en que decidió atardecer definitivamente-- sumó para sus lindes los solares y territorios sutilmente escriturados con la bonita letra caligráfica de la corona católica. Pero la vida terrenal y volcánica, muy alejada de los designios divinos y realezas tantas, comenzó a abrirse paso en una mezcla donde se añadieron naturales y extranjeros para continuar con el perpetuo desafío a la incierta existencia.
Ya estaban aquí, por lo tanto, las gentes de Las Tirajanas para escuchar a Unamuno: "El espectáculo es imponente. Todas aquellas murallas de la gran caldera, con sus crestas que parecen almenadas, con sus roques enhiestos, ofrecen el aspecto de una visión dantesca…(…) Es una tempestad petrificada, pero una tempestad de fuego, de lava más que de agua”. E incluso indicaron los pastores canarios, mucho antes que Don Miguel se resguardarse de su tempestad, las señas necesarias a Grau-Bassas para que encaminara su exploración hacia lo Alto del Campanario:
"Rodea la inmensa Caldera de Tirajana una mixtura de colosales rocas, que hacia la parte que éstas confinan con la meseta central de la Isla, toman un carácter agreste, salvaje e imponente. Alturas vertiginosas, barrancos profundos, precipicios espantosos, abismos insondables, el caos en fin con sus carbonizadas rocas y sus tostadas formaciones volcánicas arrojadas al azar en un revuelto montón"
"Sobre este macizo se levanta el Pico más elevado de la Isla llamado los tres Pechos en nuestros mapas ó el Campanario por los naturales del país cuyo pico alcansa una altura de 7.006 pies castellanos (1951 metros sobre el nivel del mar) o sea 323 pies mas que el Nublo y 370 mas que el Saucillo"
"Emprendiose la marcha, saliendo la expedición del fondo del crater de Tirajana y elevándose a las alturas de la Cumbre por el conocido paso de la Plata, cortadura inmensa que da ingreso al valle; y avanzando luego al Este de la meseta se llega al pie de la formación basáltica entre cuyas abruptas crestas descuella el Campanario"
"Aquí empezaron las dificultades de la exploración por no existir ya camino, senda ni vereda que dé acceso a la enriscada altura. Es preciso trepar, subir y bajar a gatas e izarse con cuerdas pendientes de las infractuosidades de las rocas, entre horribles abismos y espantosas hendiduras".
Víctor Grau-Bassas y Mas.
Viajes de Exploración a diverso sitios
y localidades de la Gran Canaria.
Unificados de orden y bajo la dirección
del Museo Canario. 1886.
En la actualidad más inmediata, hoy recorren el interior de La Caldera de las Tirajanas tortuosas carreteras que sus gentes transitan constantemente. Salpican sus lomas olivos que amargan las aceitunadas gargantas y la vida sobrevive al la sombra y el olvido de cesteras palmeras. San Bartolomé y Santa Lucia capitanean sus capitales municipales siempre bajo la vigilancia del mar de nubes que la cumbre rebosa. Presentes se yerguen los riscos, abrigando la copla que nos quiere recordar aquello de "Tirajana, Tirajana…tierra de gofio y pimienta…por mucho que te empeñes…nunca te saldrán las cuentas". Las matemáticas también se unen a la fiesta donde eclosiona la geografía.
para hierbolario.blogspot.com,
Eduardo González.





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