Manolito Guedes, “Maestro Manuel”

 


Manuel Guedes Rodríguez nació el séptimo día que empezaba a contar el calendario de 1920, en la Montañeta, lugar donde Los Corralillos pertenecen al municipio de Agüimes. Y a Manuel no lo dejaron nacer solo. Lo acompañó en el parto la inevitable insistencia de su hermana María. Fue la casualidad la que los hizo nacer allí, la casualidad que se le presentó a Cho Cristóbal Guedes Torres, tio-abuelo de las criaturas recién paridas, de tratar para ese año los pastos de la umbría del Roque Aguayro y Piletas con los Bordones y Alemanes de la villa sureña de Agüimes, la misma casualidad que desde hacía tiempo dejó de ser tal en la vida de Manuel Guedes López, pastor, hijo y nieto de pastores y ahora padre de los gemelos, por la necesidad en la constante y contínea búsqueda de nuevos pastos, ya fuera por costas, cumbres o medianías y dependiendo siempre de los buenos y malos años de lluvias. El ganado iba en aumento y los hijos también. Estas dos nuevas criaturas solo iban a constituir un preludio de lo que estaba por venir en la azarosa vida de su solitario y padecido oficio.



Los gemelos Manuel y Maria Guedes crecieron a la par del suero, leche, queso y gofio que fueron conformando el estirón de sus huesos y desde muy pronto empezaron a conocer los caminos que los conducirían por una vida tempranamente acompañada de garrotes y animales. Así, en el año 29 del siglo pasado, cuando apenas acababan de cumplir nueve años, tuvieron que vérselas ellos solos al cuidado de un ganado de cabras en la zona de Las Carboneras, en Sardina del Sur, mientras su padres, asentados en la zona alta del municipio de Santa Lucía, tenían que hacer frente al ganado de ovejas, al corral y al ejercicio del queso con los que solucionaban su subsistencia y las medias contraídas con Don Francisco Araña, alcalde y propietario éste de extensísimas huertas de pastos y de la mitad de los dos ganados.




Nació el pastoreo como el primer oficio que la vida le puso en el camino al joven Manuel Guedes Rodríguez, añadiéndole a sus manos un garrote como herramienta de trabajo, tanto para dirigir el ganado como para salvar obstáculos que la agreste geografía de la Canaria Isla le presentaría tanto en el tiempo como en el espacio. Más adelante su padre se encargaría de enseñarle el manejo del acebuchal implemento que le serviría para guardar su propia integridad como persona. Eran tiempos en que cuando los ganados se cruzaban en zonas de pastos había veces que las palabras eran insuficientes para llegar a un buen entendimiento. Entonces hablaba la contundencia del garrote con los verbos “escachar”, “revolear” o “enganchar”, infinitivos  éstos con los que se conseguía desarmar al desafiante interlocutor con el fin de oír las disculpas pretendidas. Juan Caballero López, primo de su padre, fue uno de los que se encargaron que al joven Manuel no le faltasen recursos lingüísticos a la hora de entablar este tipo de conversaciones. En esta escuela de idiomas también formaron parte Los Calderínes y Casimiros de Telde, los Ramírez de las cumbres de la isla, Los Lorenzo Jiménez, "gente fuerte y nerviosa, de gran carácter", Cho Frascorro, Cho Antonio y Cha Pina Calderín, conocida esta última por su rabiosa forma de hablar en compañía de su garrote.




Pero los avatares de la vida y las decisiones ajenas rompieron su juventud de pastor. El estallido de la Guerra Civil Española, provocado por un General en armas que se enfrentó con las que el diablo carga contra el legítimo Gobierno de la II República, llamó a formar parte de la contienda a quien hasta ahora sólo entendía de cuidar cabras y trasquilar ovejas. Terminada ésta e instaurado un régimen dictatorial al que hubo que someterse, el miedo respetuoso a la autoridad imperante propició la represión sobre los que sabían gobernar un garrote con el que podrían imponer respeto ante el avasallo del que serían víctimas constantes. Entonces se apartaron los pastores en lugares escondidos o a la luz de las noches de clara luna para mantener su práctica y manejo. "Antiguamente se peleaba al garrote pero más adelante también se decía: Vamos a echar una mano o a jugar, pero siempre acabábamos dándonos leña. Esto era una pelea nada más de pastores", decía Manolito.


Casa Pastores fue el núcleo poblacional que creció al amparo de una familia numerosa como los Guedes, trece hijas e hijos que multiplicaron su descendencia bajo el nutrimento de la actividad pastoril y la generosa agricultura que alimentaban la sangre de sus venas. Las Cuevas del Barranquillo, primer asentamiento donde descansaron sus mareados huesos al aproximarse a esta comarca próxima a la costa, dieron paso a construcciones de cemento, bloques y arena que se extendieron por sus llanos aledaños. Así, en 1987, cuando los primeros componentes de la Escuela de Garrote La Revoliá comienzan a indagar por posibles informantes que les confirmaran la existencia del empleo del garrote, se verían caminando por la calle Buen Pastor en busca de indicios de un pasado que ahora compartían espacio con aceras, asfalto y casas electrificadas. Y por supuesto, Manuel Guedes Rodríguez, ya con sus años ganados por el largo y veterano respeto, fue la persona que los recibió.




En un primer momento se mostró el pastor cauto y reservado en las palabras empleadas que revolvían los recuerdos que quizás ya daba por perdidos y carentes de interés en un presente incierto. Pero poco a poco se fue destapando su carácter, amable y generoso, tan espontáneo y diríase que del mismo color y flexibilidad que el  acebuche posee, y se reveló ante muchos ojos curiosos como una antigua fotografía en blanco y negro, enfocada hasta el infinito, donde se podía observar con contundente nitidez las huellas que el tiempo y la historia dejaron a su paso. 




Y de sus huellas e historia sació su sed La Revoliá hasta el 30 de noviembre de 2007. Aún hoy día busca el manantial de una persona a la que se llama “maestro” con todo el merecimiento de sus sencillas letras. Porqué a Maestro Francisco Santana le decía: “aquí estoy, Paquesito, ensayando a unos chicos que quieren aprender a jugar al garrote”.


para hierbolario.blogspot.com,

Eduardo González.

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