El Juego del Garrote en Gran Canaria: un bien inmaterial vivo
Un día de estos, el Boletín Oficial de Canarias anunciará lo que muchos llevamos tiempo aguardando en silencio: el Juego del Garrote Tradicional de Gran Canaria será declarado Bien de Interés Cultural Inmaterial. Y no se tratará entonces tan solo de una noticia administrativa. Será, más bien, un acto de reconocimiento a una práctica que se sostuvo a contracorriente, que se conservó en la memoria, en los gestos de los cuerpos y en la voz de quienes no quisieron dejarla morir.
El juego del garrote es mucho más que un deporte. Es una rama que se desprendió de un árbol para convertirse en una herramienta que supo defender, con insistencia, la cultura pastoril. Nació en el ámbito rural, en un mundo donde trabajar y preservar la vida se mezclaban continuamente. Durante años, esta práctica se mantuvo en los márgenes de la historia, como si fuese un recuerdo incómodo de un mundo que no tenía derecho a existir. Sin embargo, en los patios y en los corrales hubo quienes siguieron sosteniendo el garrote y sus movimientos.
Y el reconocimiento oficial nos llegará, un día de estos, como una reparación simbólica. Declarará que el garrote no pertenece al olvido, sino al patrimonio común de Canarias. Que no es un fósil: es una práctica viva que respira en cada encuentro, en cada enseñanza, en cada muestra que despierta la curiosidad de los más jóvenes. Implicará, además, que, con dicho reconocimiento, se le otorgará el grado máximo de protección posible por parte de los organismos públicos competentes en la materia. Y será un logro que no deberá entenderse como un punto final, sino como un nuevo comienzo. La declaración abrirá la puerta a investigar, seriamente y con sentido común, su historia, a difundir su riqueza y a integrarlo en el relato cultural de las islas en el lugar que merece. El garrote no se ha de guardar en vitrinas. Se ha de transmitir con el cuerpo, afianzarlo en la palabra, renovarlo en el aire que respiran quienes lo ponen en práctica.
Y es ahí donde se habrá de estar vigilantes. Se habrá de poner cuidado tanto en que este patrimonio no se fosilice como que se convierta —mercantil o políticamente— en un simple objeto de comercio o propaganda. Las instituciones públicas habrán de ser conscientes que la salvaguarda de un bien cultural habrá de gestionarse entre todos. La solución más adecuada para que nada de esto ocurra pasará, seguramente, por apostar firmemente por el protagonismo de las comunidades portadoras y de la sociedad en general.
Sin embargo, no podrá ocultarse una evidencia: oiremos bocas llenas con palabras como “patrimonio”, “identidad” o “cultura viva” mientras los propios grupos y comunidades portadoras serán quienes sostengan, casi en soledad, el peso de mantener encendida la llama del Juego del Garrote. Faltan apoyos reales ahora mismo y continuarán faltando. Y continuidad en los proyectos tanto como los recursos materiales y reconocimiento efectivo al trabajo silencioso de quienes enseñan, transmiten y defienden esta práctica día tras día. Sin ese respaldo decidido, el riesgo es —y será— claro: que el garrote terminará por convertirse en un eslogan institucional mientras sus verdaderos portadores resistirán, como siempre, con más voluntad que ayuda.
Si celebrar este reconocimiento será, al mismo tiempo, afirmar la dignidad de una práctica popular que nació de la necesidad y se transformó en cultura, también es justo plantear que el verdadero reto no será la consecución de la declaración, sino la manera en que quienes lo portan acepten el desafío de mantener el Juego del Garrote Tradicional de Gran Canaria como una práctica viva en los tiempos que le corresponda. Por ello, las comunidades portadoras necesitarán del apoyo firme y decidido de todas las administraciones públicas: aquel al que la propia ley de Patrimonio de Cultura de Canarias les invita, hoy y mañana, a poner en práctica. También a cumplirlo.
Habrá de asumirse que la cultura de un pueblo se escribe con las manos curtidas, con los gestos transmitidos y con la memoria que no se deja doblegar. El Juego del Garrote nos recuerda que la identidad canaria no está hecha solo de monumentos ni de fechas solemnes, sino de prácticas vivas que nos acompañan, como un latido, desde la raíz hasta el presente. Y si hoy es presente, mañana también lo será. Y pasado mañana.
Por el bien de nuestra cultura esperemos, confiados y deseosos, que el próximo Consejo de Gobierno de esta comunidad —a la que el Atlántico Océano baña con poca o ninguna hespérica fortuna— termine por corroborar lo aprobado hace poco, en base a las ponencias técnicas, por el Pleno del Consejo de Patrimonio Cultural de Canarias, máximo órgano asesor y consultivo en este ámbito. En sus manos queda.
Eduardo González

Comentarios
Publicar un comentario