Ídolo de Tirajana
Ídolo de Tirajana
El Ayuntamiento de Santa Lucía de Tirajana ha tenido a bien conceder a La Revoliá, en el apartado de Identidad, el Ídolo de Tirajana. Con él se distingue a personas y colectivos que fortalecen la vida cultural y social del municipio. Se trata de la más alta distinción colectiva que puede otorgar este Ayuntamiento: un reconocimiento destinado a quienes, desde la acción y la memoria compartida, contribuyen “al fomento y difusión de las tradiciones, costumbres, creencias e historia del pueblo canario”, tal y como se apunta en su Reglamento de Honores y Distinciones. Y convendría interpretar este reconocimiento como algo más allá de lo meramente simbólico. Esto ha de ser así puesto que la identidad no se define sólo por su presente. La definen, además, los hilos de la memoria, la práctica y la comunidad que tejieron quienes nos precedieron.
La Revoliá ha sabido situarse justo ahí: en ese espacio donde las tradiciones dejan de ser recuerdo para convertirse en un acto vivo, en aprendizaje, en diálogo y celebración. Un espacio abierto a las generaciones más jóvenes, y también a quienes buscan reencontrarse con algo propio, aunque no sepan bien cómo nombrarlo. Ese espacio, por lo tanto, pertenece tanto al pasado como al presente que se abre al futuro. Los juegos, los saberes transmitidos en plazas, en corrales y solares, en romerías y encuentros, los modos de relacionarse que nacen de compartir y no de competir, constituyen una forma de pensar y de estar en el mundo. Eso es lo que se reconoce, verdaderamente y en el fondo, con esta distinción.
Recibir el Ídolo de Tirajana en el apartado de Identidad significa que, para Santa Lucía de Tirajana, La Revoliá forma parte de aquello que nos cuenta lo que somos. La Identidad es algo que no se entrega, como quien entrega una medalla o un diploma. La identidad es una llama que otros encendieron para que nosotros recordemos de dónde viene el fuego y cómo se enciende ese fuego. Porque en este pueblo hubo un tiempo en que las cosas se hacían sin nombrarlas. Y se pasaban de mano en mano sin pedirlas. Pero cuando la vida se acelera, cuando empezamos a olvidar que venimos de gente que sabía vivir con la frente despejada, con un apretón de manos y con la palabra dada, hace falta alguien que diga que esto es nuestro y que no podemos permitir que se nos vaya.
Agradece La Revoliá que su labor sea reconocida como un legado que crece, se transforma y se comparte; agradece que se le trate como un colectivo que investiga, archiva, dialoga con la memoria y se vincula con otras expresiones culturales del archipiélago. Lo agradece con el mismo convencimiento de saber que no se le reconoce un mérito, sino una tarea que sigue abierta: aquella que trata de recordarnos lo que somos cuando nos reunimos, lo que queremos ser cuando nos juntamos. Y La Revoliá, con su palabra y su humildad, lleva años empeñada en aprender cómo se hace.
Eduardo González.


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