Antes de que vuelvan a preguntar si existíamos
Antes de que vuelvan a preguntar si existíamos Las prácticas del juego del garrote se realizaron en un parque público: un pedazo de tierra abierta, unas sombras de árboles y el cielo por techo. El parque de “La Libertad”, justo en el centro de Vecindario, ofreció ese espacio sin pedir nada a cambio. Allí se reunieron los primeros jóvenes que decidieron sacar el juego a la calle. Un cartel fotocopiado en alguna pared y un número de teléfono particular bastaron para comenzar la divulgación. Y una sábana blanca convertida en pancarta, donde alguien escribió “El Juego del Garrote: algo más que un deporte”, declaraba la intención de aquellos días: enseñar, sí, pero también reclamar la cultura en la calle. Lo que ocurrió entonces fue la señal temprana de algo más profundo: el intento de levantar una identidad desde la tierra común, de abrir un espacio propio, de defender el derecho sencillo y, a la vez, misteriosamente complejo de sentirse parte de un todo. En aquellas manos jóv...