Afinar el aire
Afinar el aire El sonido le llegó antes que la imagen. Un silbido cantarín subió desde la calle hasta la azotea como si alguien estuviera llamando desde abajo. Apenas tardó en reconocerlo, los segundos justos para bajar con un cuchillo en una mano y la pequeña cámara de fotos en la otra. El hombre que hace chiflar el aire trabaja de perfil al mundo, como si supiera que lo importante ocurre siempre en sus márgenes. No levanta la vista cuando recibe la hoja de metal. La toma con la naturalidad con que se aceptan las cosas necesarias. Entonces el pie empuja y la rueda responde. No hay enchufes ni botones: la energía sube desde el gemelo, atraviesa el eje y enciende la piedra. Pero ahí, en ese artilugio verde que parece rescatado de otro siglo, alguien sostiene el tiempo con el mismo gesto con que tensa una correa. Cada vuelta de pedal devuelve a las cosas su filo, como se devuelve el desgaste a los días que avanzan. Este oficio no hace ruido de progreso: produce un zumbido que...