Miguelito Mayor

 


Yo nací en una cabaña

en una alta cumbre

de una angosta atalaya.

La risa me da compaña

y el divino sol me alumbra.

 

Siempre en la antigua costumbre

que anuncia la primavera

es la cumbre medianera

y con los vecinos comparte.

 

Linda para todas partes

y hasta las costas remedia

organizando sus cenas

donde sus partes descienden.

 

Y cuando viene a noviembre

con las señas del verano

suplica aquí un anciano:

“el que tiene pan, que siembre”.

 

Cuando el invierno es temprano

y las nubes se extienden,

si el labrador se defiende

llena sus cuevas de grano.

 

Es la cumbre la primera

que anuncia buenos principios

y a todos sus municipios

anuncia la primavera.

 

Cuando las lluvias primeras

todas me parecen pocas,

cuando un temporal revoca,

aparte de sus llanadas,

también tiene sus cañadas

que conducen a la costa.

 

Siempre que en la cumbre llueva

y los tiempos se acumulan,

la costa tiene una dula

que sus barrancos le llevan.

 

Y cuando en la cumbre nieva

y las nubes se presentan,

para evitar la tormenta

se refugian en sus cuevas.

 

Los pájaros se apoderan

cuando se pudre la espiga,

y la cotejan en campiñas

y las ponen en eras.

 

Los días van “parriba”

huyendo de la mundicia,

los pájaros están tristes

porque escampa la primavera.

 

En el verano que queda,

como la experiencia enseña

y el remedio está en su mano,

los viejos, en el verano,

llenan sus cuevas de leña.

 

Y comida no falta,

comiendo leche de oveja,

leche de oveja y de vaca,

con gofito de centeno.

Siempre tiene el zurrón lleno

y su gabeta de madera.

 

Cuando se cambió el modelo

ya no molestaba el humo,

ya no aguantan el consumo

o no se les cae el pelo.

 

Con este nuevo modelo

todos quieren ser turistas,

y aunque vengan en revistas

son nietos de sus abuelos.

 

Yo cuento con desconsuelo

los cambios que he conocido

y con esto me despido

contando tiempos normales:

 

“la eternidad siempre vale”

           y perdone si he ofendido.


(Miguel Mayor Navarro, pastor)

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